¿Cuántos somos?
Consistorios, candidatos,
partidos políticos regionales, municipalidades, se frotan las manos porque cada
día que muere se acercan los comicios que pueden llevarles a la presidencia o a
la alcaldía de su municipio o localidad. Se quiera o no, estamos en periodo
electoral, en una campaña permanente alentada por unos y otros, donde lo más
interesante para las arcas consistoriales es ganar el pulso que se mantiene con
el rival y apropiarse así de los votos que, a priori, serían ajenos.
El primer paso es hacer
recuento, pero no de votos, sino de votantes. Y es esto lo que para algunos ha
supuesto ya el primer bache de la contienda. Municipios como el cacereño
Alcollarín o el alicantino Pego, se esfuerzan por explicar, de una manera
asequible a los oídos de los votantes, que se ha seguido la legalidad, cuando,
en el recuento del padrón municipal o se restan o se suman votantes según
interese.
En el caso que nos toca
(por atender una de las reglas del Periodismo que dice que prestamos más
interés a lo próximo), en Alcollarín, lo que ha sucedido es bien simple:
Mientras el alcalde, del
PSOE, Adrián Rodríguez, se esfuerza por explicar que se ha dedicado a hacer una
“revisión obligatoria del censo”, la oposición, del PP, denuncia (con todas las
de la ley) “irregularidades” en el proceso, pues al consistorio no se le ha
ocurrido otra cosa más que dar de baja a más de 46 personas del padrón
municipal, parece ser que seguidores del PP.
Incrédulos y sorprendidos
los lectores, la que firma esto que leen, y seguramente los habitantes de este
pequeño municipio cacereño, no nos queda otra que admitir que el juego de la
política tiene una regla clara: todo vale, pese a la democracia, pese a la
equidad de derechos y pese al derecho mismo, al que sólo interesa apelar cuando
se echan piedras sobre el propio tejado de uno.
El PP quiere que se siga
la ley, que obliga a mantener actualizado el padrón, no sólo cuando
sospechosamente se acercan unas elecciones. El PSOE, niega las afirmaciones de
su oposición y tacha de “mentiras” todo lo que éste vierte sobre él.
Curiosa manera de
entender, de actuar y de gobernar. Porque al contrario de lo que muchos
alcaldes seguramente piensan, para llegar adonde están, no debe hacer falta
mentir, no debe hacer falta faltar a las normas y mucho menos no debe hacer
falta borrar y sumar cabezas en el esbozo de su localidad.
Porque a mi modesto
entender, la política, como la vida, no debe ser un juego de intereses sino el
juego de los conflictos, de la administración de recursos, de las ideas. El
juego que orienta la vida civil de aquellos a los que queremos borrar de una
lista censal porque no interesan en nuestro ‘sumergido’ programa político… y
gubernamental.
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